Cuantas veces escuchamos o repetimos; debemos «recuperar a ese niño interior«, como un deseo muy profundo de darle alas a nuestras emociones más sanas para disfrutar y compartir la vida.
Al parecer, con decirlo simplemente expresando ese deseo no alcanza, reconciliarnos con lo más puro e inocente de esa infancia podría resultar un complejo pero apasionante desafío, ya que con el correr de los años, sin darnos cuenta, lo vamos dejando cada vez más al fondo del baúl de los recuerdos.
Al estar leyendo este texto, quizás puedas ir intuyendo, esto significaría adentrarnos a lo más sensible de nuestra esencia, acariciar hilos de profundas emociones, como las cuerdas de una guitarra, que al vibrar van haciendo eco en su caja de resonancia, produciendo acordes muy profundos, pero únicos.. de una música que está en nosotros y nos hace esencialmente humanos, atravesando cualquier pensamiento para hacernos sentir y vibrar de emoción con el otro.
Reconciliarnos con ese niño que supimos Ser, sería también recuperar una capacidad de asombro, que de niños suele ser un rasgo muy natural, la cual se conectaría directamente con las emociones, de una cierta posición expectante-apasionados por descubrir, no saber que sucederá, que nos mantiene entusiasmados y contagia las ganas por ese inédito devenir. Como si no hubiese tiempo para detenernos en los errores y mucho menos en la miradas del que dirán.
Esto de «asombrarnos» puede sonar muy lindo desde lo teórico, pero en la vida cotidiana, mientras nos vamos volviendo adultos, brilla cada día más por su ausencia; Por lo general suele ponernos de mal humor y hasta angustiarnos no saber lo que sucederá, la incertidumbre suele ser vista como un enemigo insoportable.
Pienso en esa niñez; cuando soñábamos por un un mundo mejor, siempre queriendo volar alto, arriesgándonos a las caídas, sin pensarlo demasiado nos sacudíamos y con las rodillas o codos ensangrentados continuábamos intentándolo. Estaba en nosotros esa pasión que nos impulsaba a descubrir-conquistar los sueños, las emociones nos acercaban a ellos y hacían vivir la experiencia como algo muy cercano.
Aquí me invade un profundo aire que me hace reflexionar y destacar la siguiente hipótesis sobre esos momentos de la niñez;
[De manera sensitiva e intuitiva] Primero Sentíamos y luego Pensábamos.. y no a la inversa, como sucede habitualmente.. hoy pensamos y razonamos en demasía – cual pensamientos mecánico-teconológico o bien la sensibilidad táctil y frío de un celular.. pero casi nada de ese otro sentir profundo.. mucho menos de sentirnos mutuamente.
De niños desconocíamos el significado del egoísmo o maldad, conjeturando; nacemos con los genes del jugar-descubrir-compartir, está en nuestra esencia humana; relacionarnos, generar vínculos-socializar. De una profunda Pasión que nos impulsa a Experimentar con el mundo que nos rodea, sin miedos ni tapujos por arriesgarnos a descubrir y descubrirnos.
En la esencia de esa niñez habita lo más sano y digno del Ser Humano, de una sorprendente y emocionante belleza que emerge del cuerpo, que nada tiene que ver la apariencia física-biológica, sino con lo que transmiten a través del brillo de sus ojos o con eso tan contagioso de sus sonrisas que logran estremecernos.
Quizás podría ser un valiente comienzo abrazar a quién hace mucho no abrazamos, intentarlo como cuando éramos niños -sin pensarlo demasiado– jugarnos por lo que deseamos-sentimos profundamente, y en ese inmenso abrazo buscar acercar nuestras almas para que ellas se expresen con ese Amor y Pasión, nutrirnos mutuamente de los más hondo de nuestro Ser, generar ese esencial ida y vuelta humano, chispa que vaya despertando y encendiendo las ganas y así animarnos valientemente a;
¡Volver a Vivir y Sentir como Niños!
Muchas gracias por acompañarme hasta aquí!
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