A partir de aprender a auto-observarme, me daba cuenta que había comenzado un proceso profundo que tiene que ver con el Arte de descubrirse, que implicaba ver a través de una inédita lupa mi vida.
Poder contar con herramientas, algunas conocidas y otras que iría descubriendo en el camino, las cuales me permitían reconocer patrones de conducta que se repetían sistemáticamente, no sólo en mi, también de quedarme asombrado al poder observarlos en las personas que me rodeaban.
Era como salir de una cueva en la cual viví gran parte de mi vida y de repente, soportar los primeros rayos de sol, que al principio resultaban enceguecedores, pero luego con el tiempo se irían convirtiendo de a poco en un antídoto vital, para dejar de ver sólo lo que mi mente me decía tenía que ver, teniendo que aceptar pueda existir otra realidad que no sea sólo la que conocía hasta esos instantes.
Había escuchado o leído respecto del famoso despertar, como que sucede algo mágico en las estructuras de las personas que dicen haber cambiado o transformado sus vidas. Al respecto y desde mi experiencia, conjeturo es todo un proceso de vida, dónde voy descubriendo que lo primero que debería suceder como gran gesto de grandeza humana hacia uno mismo sería:
Comenzar por reconocer valientemente que hasta ese momento estábamos dormidos y argumentar con hechos concretos, cual sería la nueva realidad descubierta.
Me daba cuenta que debía tomar el control sobre mi, ya que las obviedades cotidianas que nos suelen estímular, influencian de tal forma en nuestra mente que determinan la manera de pensar y hacer, lo cual vamos normalizando y así creyendo que formamos nuestras propias ideas. De este modo ocupando cada vez más lugar en nuestra vida. Como cuando juntamos cosas y las guardamos en algún lugar de la casa, hasta que nos cae la ficha que ya no tiene sentido ocupe ese espacio en nosotros.
Conjeturo, uno cree tomar decisiones de manera consciente, utilizando el famoso criterio propio, pero esas ideas ya fueron impuestas en nuestros pensamientos desde pequeños o bien tomamos de nuevas ideas con las cuales nos vamos identificamos y repetimos de manera no consciente, lo que muchas veces nos llevan a confundir y hacer que proyectemos una distorsionada realidad, con ideas o creencias que vamos defendiendo a capa y espada como la única verdad.
Muchas veces no sólo se trata de no querer ver, también puede suceder que nos produzca sordera el hecho de no querer reconocer lo que no aceptamos de nosotros mismos y trasladamos en los demás.
El trabajo sobre si mísmo es un proceso complejo que poco tiene que ver con lo que nos suele ofrecer el mercado o sistemas con soluciones rápidas o fórmulas mágicas, que pueden resultar pan para hoy y hambre para mañana. Y muchas veces sin darnos cuenta, forzamos a seres queridos a querer ver lo que aún no están preparados para ver, debiendo respetar su espacio y tiempos.
La profundidad de este trabajo sobre uno mismo, nos va permitiendo recuperar nuestra capacidad de discernir, en camino de cotejar en nuestro vestuario de la vida, pudiendo elegir y lucir la mejor vestimenta humana que se nos ha otorgado para deslumbrar con el brillo de lo que realmente somos y valemos.
Despertar de esa ceguera, sería comenzar a regresar a nuestra esencia o naturaleza humana que nos permita descurbrir un auténtico modo de Ser, reconociéndonos cómo personas espirituales que venimos a vivir una experiencia humana.
Así voy descubriendo otro mundo, pero otro mundo que habita en mí y que hasta esos instantes nunca me enteré existía, sin paradigmas que obturan esa profunda visión, donde no necesitamos de creencias o de lo superficial de lo que somos, sino más de bien de un hacer mientras intentamos Ser.
Gracias por acompañarme hasta aquí.
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Sebastián Brizuela